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RELATO Nº34 --DE TU ALMA A LA ETERNIDAD--

Relato: --EL DEMONIO DE LA IRA--

 

                                                                                                        Foto de Agung Adit

 Hola a todos. Les traigo la continuación de la historia "Los Lirios florecen en el alma". En este episodio, el agente Hideki, verá cómo los pilares de sus creencias se desmoronan en post de la supervivencia de la nación a la que ama. Sin más espero que la disfruten tanto como yo lo hago escribiéndola. Gracias por leerme.

 

 

El Demonio De La Ira

 

  Antes de la reunión con los mandatarios estadounidenses, Hideki fue conducido, para su sorpresa, a una pequeña sala privada donde le esperaba el ministro de exteriores Toshi Toyoda. La expresión del curtido ministro y almirante de la imponente armada imperial japonesa, denotaba Absoluta gravedad.

—Señor Nakano, me honra con su visita.
—El honor es mío, Señor Ministro. No esperaba…
—Por favor. —interrumpe el ministro y hace una leve reverencia.

  Toyoda le ofreció un asiento y ambos quedaron frente a frente. La habitación de pronto se hizo inabarcable para Hideki. Las paredes parecían alejarse en derredor. Padeció una breve pero intensa sensación de vértigo; sintió que su asiento, de pronto, caía sin remedio por un oscuro pozo cuyo fin no lograba vislumbrar. Sus ojos se anclaron en la pequeña mesa que les separaba, pues en su interior sabía que el ministro le encomendaría una nueva responsabilidad, la cual su ya agotada alma, no soportaría. El silencio se apoderó de la estancia, tan solo la luz del sol recorría con cierto entusiasmo los rincones oscuros y el aire fresco que entraba a través de la ventana apenas conseguía traspasar la casi tangible tensión del ambiente. Hideki parpadeó con lentitud al tiempo que inspiraba con la esperanza de que el ministro, al fin, hablara. Mas al abrir los ojos, la angustia se acrecentó; ambos continuaban sentados en los pequeños sillones de cuero granate; la mesita de cristal con remaches dorados los separaba cual insondable océano de silencio; las paredes vestidas de papel crema ahora lo ahogaban; la moqueta color oliva se apretaba contra sus zapatos.

  La puerta a su espalda se abrió de pronto. El tiempo volvió a su cauce al fin. Un botones del hotel entró con un carrito lleno de bebidas. El ministro solicitó un estupendo Bourbon americano de Kentucky reserva de 1890; Hideki, pensó que sería mejor no pedir nada de alcohol para que este no nublara su juicio. De la misma forma, queda y sutil con la que entró el botones, abandonó la habitación.

 —Nakano san… —Pese a iniciar a hablar con decisión, al ministro se le atragantaron las palabras.
 —Ministro Toyoda. Entiendo que la empresa por la que se encuentra aquí es más que delicada. Le ruego que… hable sin rodeos. Mi lealtad siempre ha sido y será para el emperador, para mi sagrada patria, para mi amado pueblo. Viviré por y para ellos.

  Al almirante Toshi Toyoda le conmovieron las palabras de su compatriota. Lo observó unos segundos, buscó en sus ojos la confirmación de las palabras dichas por Hideki pues en ellos residían la auténtica pureza del alma. Apuró el vaso de Bourbon.

 —Nakano san, el emperador me envía para asignarle un nuevo cometido. Antes de que continúe, he de informarle que esto que le voy a contar es extraoficial. No habrá informes, ni órdenes oficiales. Lo que va a escuchar ahora, son los deseos del propio emperador que me ha transmitido en persona. ¿Entiende lo que esto significa?

  El silencio y la visible tensión en cada músculo del semblante de Hideki, fueron respuesta más que suficiente.

 —Bien. El emperador ha perdido la confianza en sus ministros, en sus… “leales” consejeros. Me ha pedido ayuda como amigo e instructor que fui en su niñez. Oficialmente se le ha otorgado este puesto diplomático aquí, en Los Estados Unidos. Usted va a iniciar una serie de reuniones para abordar el tema del bloqueo comercial y del petróleo. Y así ha de creerlo desde el más humilde agricultor, hasta la alta cámara. Deberá acudir a esas reuniones y luchar por los intereses de la nación de forma vehemente.
 —No comprendo. Que tiene que ver la confianza de los consej…
 —No se adelante —interrumpe—. Permítame que prosiga… mejor… sí… sí. —El almirante y ministro parece divagar—.  El emperador ha tenido un sueño que lo ha… inquietado. Ha visto un mar ardiente y un loto en llamas en él. Nosotros, como simples mortales, no alcanzamos a comprender la forma en la que un dios viviente, halla la sabiduría necesaria para gobernar. Y mucho menos somos quienes para cuestionarlo.
 —Salvo si la ambición es más grande que la lealtad —sentencia el agente.
 —Así es, veo que es usted muy perspicaz. Por ello es que no confía ya en la mayoría de los integrantes de la cámara.
 —Algunos se han dejado corromper por la codicia occidental…
 —No exagere Nakano san, los males del hombre no provienen allende de sus fronteras, mas nace de su corazón, oscuro y pernicioso.
 —Disculpe mi efusividad. Me afligís con sus palabras ministro.
 —No se disculpe. —Mira su reloj—. Debo apresurarme. Los americanos no deben verme. ¿Conoce el proyecto Uranio de nuestros aliados alemanes?
 —No.
 —Poseo unos planos, del proyecto que se encuentran en fase muy prematura, de una arma que cambiará el concepto de las guerras en el futuro. Un arma de tal poder que es capaz de aniquilar naciones de un plumazo.
 —¿Es posible fabricar tal arma?
 —En efecto. Los alemanes hablan de “El poder del átomo” como si de un dios se tratase.
 —Y puedo preguntar qué tiene que ver eso conmigo.
 —Parte de esos planos los encontrará en esta carpetilla de aquí. Guárdela con su propia vida.
 —Pero, ¿qué he de hacer con ella?
 —Entre los mandatarios americanos hay un alto mando del ejército, ¿no es así?
 —En efecto, el General Grubbs.
 —Deberá entregárselos a él en persona. Y colaborar para que inicien, si no lo han hecho ya su propia investigación.
 —¿Me está usted poniendo a prueba?
 —De ninguna manera.
 —¿Se trata de alguna argucia para comprobar mi lealtad al emperador? He servido durante…
 —Ya le he relatado como los designios del emperador son incompresibles para la razón de los mortales…
 —¿El emperador ha ordenado esto o lo hace el ministro? —dijo en tono acusador.
 —¡¿Cómo se atreve!?
 —¡Me está pidiendo que traicione mi propia moral, a mi emperador, a mi patria!
 —¡Nakano Hideki!

  Del bolsillo interior de la americana, Toyoda extrae con recelo un ostentoso sello imperial. Dicho emblema, otorgado en persona por el propio emperador, otorga autoridad a sus portadores a hablar en nombre de su majestad imperial. Hideki, al vislumbrar de entre las manos del ministro el dorado brillo y el jade, reconoció el pequeño sello al instante. Se puso en pie y realizo un profunda reverencia. Mas no articuló palabra alguna.

 —La voz del emperador es demasiado pura para que alguien como usted pueda oírla. Su voluntad se materializa a través de mí. Y este sello simboliza dicha voluntad. ¿También se ha contaminado de la forma de pensar occidental? ¿No significa nada para usted el honor? ¿Ha olvidado sus palabras acerca de la lealtad?
 —Mis más sinceras disculpas, almirante —dijo con profundo pesar mientras doblaba aún más la espalda.  —Los generales del emperador están henchidos de orgullo y confianza por las recientes victorias en lo concerniente a la expansión del imperio. Creen que el problema del petróleo y de las materias primas, lo solucionarán abarcando más tierras en el pacífico y en el contiene. Pero ese aire expansionista nos acarrea más y más problemas. Atrae la atención de los americanos, sobre todo después de la invasión en China. Su misión es darle una posición a los americanos para que el alto mando japonés decline la idea de ir a la guerra. De frenar esta locura de una vez por todas. Lo que usted crea es irrelevante. ¿Piensa que traiciona a su país? ¿Que el emperador es un hombre débil al temer ir la guerra contra los americanos? Me decepciona usted. Un hombre leal a su emperador jamás cuestionaría su voluntad y mucho menos se atrevería a contradecirle. Ahora tome esta carpeta y vaya a la reunión.
 —¡Hai! —respondió con sumisión.

  Hideki tomó los documentos y los guardó en su cartera. Volvió a hacer una leve reverencia a modo de despedida y abandonó la habitación. Le costó andar los escasos metros que había entre la puerta a su espalda y un pequeña terraza al aire libre junto al pasillo de la primera planta. Al encontrar el aire fresco y límpido del exterior, afloró de sus entrañas la frustración, la impotencia, el pesar. No solo tenía una de las misiones más deshonestas, a su parecer, que jamás le habían encomendado, sino sentía que su mundo, construido con unas sólidas columnas de lealtad, patriotismo y honor, se derrumbaba. Caminó unos pasos inquieto por la pequeña terraza. Ahora el hambriento demonio de la ira le corroía las entrañas. Se aferró con fuerza a la baranda y creyó hacer un nudo con ella. Clamó a los dioses y, sus pensamientos se fueron a Tokio; pues la visión de su amada madre, en el jardín, bañada por el sol de la mañana, aplacó la voraz hambre del demonio. Pensó en la vergüenza y en la desgracia que acarrearía a los Nakano. Imploró perdón a su madre. Reflexionó que su cometido se alejaba por completo de las enseñanzas del Bushido, del antiguo código  Samurai,  del “victoria o muerte” de las guerras del pasado; reflexionó acerca del Seppuku.


  Una blanquecina lágrima, como los blancos lirios del jardín en Tokio, recorrió su rostro. Mas asumió la verdad de su sino. ¿Debía ser un traidor para así salvar a su patria de la destrucción? Asintió. Pues así será recordado por las futuras generaciones. Aceptó acabar sus días ejecutado, sin honor alguno, por aquellos quienes una vez llamó compatriotas. El sol se abrió paso entre la nubes e Hideki abandonó la terraza para dirigirse a la reunión.

  Mas los lirios medraron en el alma.

Comentarios

  1. Me encantó espero una tercera parte.

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  2. Me encanta cómo transmites los dilemas y conflictos a los que se enfrenta el personaje. Un transfondo complejo que invita a la reflexión. Sigue así!

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  3. Me ha gustado lo hilvanado que están todos los textos. Además, los diálogos ayudan ponerse en situación. Buen trabajo. Un saludo!!

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