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RELATO Nº34 --DE TU ALMA A LA ETERNIDAD--

RELATO Nº24 --LA FRONTERA ENTRE ESFERAS--

Hola a todos, hoy he decidido publicar así, de improviso. Se trata de un breve cuento que he tenido el placer de elaborar con una persona muy especial para mí. Para ser la primera vez que se prueba esto de la literatura breve, de enfrentarse a una página en blanco, creo que no se le da nada mal. Hemos  mezclado mitología clásica con magia y hechicería, espero no provocar la ira de ningún ortodoxo en el tema, sed benévolos. Sin más espero que disfruten con su lectura tanto como yo escribiéndola.




La Frontera entre Esferas




Entre la espesa bruma, a orillas de un lejano lago, aparece una mujer. Esbelta, vestida con jirones de telas blancas y plateados flecos, camina erguida cual cisne. Sus ojos grises y mirada penetrante,  transmiten inquietud y dolor.

Una desazón, una pérdida, un rapto,  la había traído hasta este lugar tan alejado de cualquier vestigio de civilización.

Sus cabellos rojos como el fuego contrastaban con sus ropas y su pálida piel. Al caminar descalza, pareciera que flotaba sobre la bruma, casi tocando el suelo, casi alzando el vuelo. Tras sus pasos, una estela ocre, apagada, casi indistinguible se pierde en el horizonte.

De pronto, un sonido gutural, casi fantasmagórico, la detiene. Dos ojos, diabólicos como esmeraldas carmesí, surgen en la otra orilla del lago. Ningún resquicio de temor se percibe en ella. Con cautela pero con firme convicción, saca su grimorio y con una voz potente y clara recita un conjuro:

—¡Poderes elementales! ¡Diosa Hécate! En este momento invoco todo tu poder para que Abaddon actúe a mi antojo, que sus ojos y pensamientos me pertenezcan. ¡Que su voluntad sea la mía! ¡Obedece!

El oscuro ente etéreo sofoca el fuego de sus ojos, parece que la mujer, revelada ahora como hechicera ha podido dominarlo; aunque no por mucho tiempo...

Un halo luminiscente rodea al ente, que atrapado por el hechizo, se inclina ante la joven hechicera. Con solo un gesto, ordena al oscuro que le muestre el camino hacia las puertas del submundo, donde el milenario brujo Heracleon retiene a su vástago.
A medida que avanza entre las aguas, se retiran al paso del ente guardián, mientras la dama blanca lo sigue. A medio camino, la hechicera se percata de que su hechizo menguaba y el carmesí regresa a la mirada del cancerbero...

El brujo Irrumpe frente a las puertas del submundo y Abaddon el ente oscuro, aturdido, se coloca a su lado:

—Has llegado muy lejos querida, pero tu poder se extingue aquí y ahora.

Heracleon eleva las manos y con ellas su espíritu mágico, de un gesto con desdén la despoja de toda su fuerza mágica. Ella lejos de asustarse, esboza una sonrisa, puesto que ni hechizos ni conjuros, ni  sortilegios ni  maldiciones tienen efectos en estas fronteras, en este limbo entre esferas.

 Aegea, la dama blanca guardaba un secreto.

 Su colgante, de oro la cadena y de conchas del Helesponto decorado, cuelga una pequeña ánfora oculta en su pecho. En su interior, lágrimas de la mismísima diosa Hécate, capaces de anular el poder de cualquier brujo, mago, hechicero o invocador de demonios . Aegea esperará su momento para derrotarlo y abrirse paso a la esfera del submundo donde su hijo Ajax sigue cautivo.

La dama blanca abre el colgante, las lágrimas se evaporan y un denso aroma se desprende en el aire. A ella la envuelve con un velo transparente que la protege de ser vista. El brujo y el oscuro inhalan el resto olvidando el encuentro con Aegea. Heracleon mira a su fiel esclavo y muy enfadado le dice:

—¿Qué haces aquí todavía?, ¡muévete! Encuentra a esa hechicera y mátala!

El brujo abre la puerta del submundo y Aegea lo sigue, sabe que en cuanto se cierre esa puerta podrá ser vista de nuevo y Heracleon se acordará de todo.

Una vez traspasado el portal, Aegea se prepara para invocar un conjuro y con los ojos clavados en la puerta dice muy bajito: 


         "Mándame un atajo
          Hazme pequeñajo
           Convierte a esta servidora
           En un minúsculo escarabajo 
            Y lo que no se ve ahora
              Jamás sea revelado bajo la aurora."

Ella, convertida en insecto, se esconde en la capa del brujo. Mientras a sus espaldas se cierran las puertas y la porta hacia su palacio de Plata.

Va directo a la cámara donde Ajax está cautivo, atado con trece cadenas de metal estelar. Cuenta la leyenda que en la noche de los tiempos, doce estrellas cayeron del cielo, de los cráteres se extrajeron este metal con un poder mágico tan grande como el de los mismísimos dioses. Ajax al estar prisionero bajo el poder de este metal, nada puede hacer. Ni tan siquiera su poderosa fuerza ancestral es rival para la magia de las cadenas.

Pero Aegea ha llegado oculta con el  brujo, y ambos entran en la cámara... Heracleon se dirige con apuro hacia una caja a los pies del cautivo, la abre  y saca una nota de su puño y letra.

—Pobre hechicera, piensas que has llegado muy lejos pero solo has llegado donde yo he querido. No eres ni tan inteligente ni tan astuta como crees. ¡Sal de tu escondite maldita!

El taimado brujo, impaciente, hace uso de un conjuro prohibido:

Ser que te ocultas bajo sombras, refugio insondable de todo lo oculto. Cien naciones  de demonios y cien señores del mal. Cruzad el tártaro a mi voluntad. Hades, yo invoco tu fuerza, Pandora, yo invoco tu poder del caos.  ¡Revelad su forma!

Un remolino sacude el habitáculo y aparece Aegea. El hechizo ha surtido efecto, pero la impaciencia del brujo ha tenido sus consecuencias. Aegea  se materializa como un engendro deforme, sus brazos y piernas parecen normales, pero su tronco y cabeza aún son a medias de escarabajo y a medias humano. Aturdido Heracleon comprueba que la magia que protegía a la mujer era más poderosa de lo que él pensaba:

—Cuidaras a tu hijo y me serás leal hasta el fin de los tiempos y si este hechizo intentas deshacer, Ajax perecerá ante tus deformes ojos.

Entre gritos de dolor por tamañas deformidades y consternada por el destino de su amado hijo, Aegea se arrodilla ante el vil brujo. Las carcajadas guturales de este, resuenan por cada una de las estancias del ostentoso palacio de plata. La suerte de la hechicera y su hijo parece ya decidida.  Pasarán el resto de la eternidad al servicio de Heracleon, Aegea como servicial esclava y Ajax como fuente de poder del brujo.

Pasaron mil generaciones y una nueva hechicera intentará adentrarse en las incognoscibles  tierras del submundo. Medea, cuyo linaje desciende de la mismísima Hécate, llega a la ciudad de Etéreon, urbe más al límite del mundo conocido. Medea es la última hechicera de una casta ya olvidada, casi convertida en leyenda. Su misión, encontrar la puerta al submundo y comprobar si las leyendas son ciertas, si realmente un brujo, malvado y ladino maneja los hilos del destino a su voluntad…



Comentarios

  1. Espero que haya una continuidad por me he quedado con ganas de más. Me encantó 👏👏👏👏

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    1. Gracias por tus comentarios, por la popularidad que está cogiendo, es posible que sí, que la continúe.

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  2. Entiendo que los relatos cortos deben ser cortos pero no nos puedes dejar con esta intriga. Espero que el próximo relato sea el de Medea para ver qué sucedió en realidad tras tantas generaciones. Y yo que pensaba que la hechicera lo tenía controlado... pero no. Al final el hechicero se la jugó. Gran historia

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  3. ¡Dejar con la intriga es el secreto para que vuelvas! igual un día, cuando menos te lo esperes, lo tengo publicado... ;-)

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