- Obtener enlace
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
MÁS POPULAR DEL BLOG
- Obtener enlace
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Después de unas semanas de parón, iré dejando más cositas por el blog. Esta vez con más calma y más espaciadas en el tiempo. Que me de tiempo a que "reposen" un poco. Sin más, espero que disfruten de su lectura tanto como yo escribiéndola.
La sombra de Eva
Hoy
es el día del equinoccio de Otoño, tengo intención de salir
temprano para hacer unos recados en el pueblo. En esta época, si a
mediodía aún estoy por ahí, me derretiré como la mantequilla.
Sardinilla, mi querida Sardinilla, no me facilita mucho las cosas, o
le doy dos terrones de azúcar cuando la voy a sacar del establo o no
hay forma de que se mueva, se sienta como un vulgar chucho callejero
y rebuzna como un asno tozudo. La culpa es mía por mimarla tanto.
Padre dice que no debo cogerle cariño a los animales, que tengo edad
de sobra para entender cómo funciona el mundo; para él son sólo
herramientas y cuando no sirvan, se las lleva a la granja del señor
Rodríguez, “¡si no sirven para trabajar, servirán para un buen
estofado!”—dice
siempre vociferando.
—¡Julia!
¿Aún estas en el establo perdiendo el tiempo con esa yegua
malnacida? ¡O sales ya, o no vas a llegar nunca!
—¡Ya
salgo padre! Él sí que rebuzna como una mula testaruda. No te
preocupes Sardinilla, no irás a ese lugar tan horrible.
Mientras
recorro el estrecho sendero sobre mi querida Sardinilla, veo como el
sol se va alzando por el horizonte. La oscuridad retrocede, el añil
y escarlata dan paso al cálido oro que baña las hojas de cada
árbol, mezclándose con los diferentes tonos rojos salpicados por el
paisaje; la vida en el bosque se despereza con celeridad con la
misma intención que tengo yo, estar bajo buen cobijo cuando llegue
el mediodía.
Ya
en el pueblo, hago mi primera parada en la tienda de telas de mi tía
Francisca y nada más entrar me doy cuenta de lo que va a ser mi día,
eternas esperas. Al parecer todo el mundo esta de acuerdo con el
horario, hasta los tenderos han abierto antes para evitar el bochorno
del mediodía. Después de un largo rato de espera, las primeras
gotas de sudor empiezan a brotar de mi frente, recorren la sien, y
mientras siento como se deslizan a través de mi cuello y llegan al
pecho, todo el vello de mi cuerpo reacciona al unísono y…
—¡Julia!
Querida, ¿estás bien? ¿Cómo con estos calores tienes la piel de
gallina? ¿No habrás enfermado otra vez hija?
—¡Tía
por dios, no! No sea pájaro de mal agüero. Sólo me ha dado un
pequeña corriente de aire, dejé la puerta de la tienda abierta sin
querer. No se preocupe, que estaré bien.
—¡Ay!
Esta niña, no deberías de venir tu sola, me da a mí que no te has
recuperado del todo.
—¡Jesús,
María y José, Francisca!, hace dos inviernos que estuve enferma,
¡dos!, y aún me mira como si tuviera un pie en la tumba. ¿Cómo
puede usted tenerme tanto aprecio? Sólo vengo por unos metros de
tela para arreglar las cortinas de la cocina. Hágame usted el favor
y me iré antes de que me entierre.
Mientras
mi “querida” tía y yo discutimos sobre mi estado de salud y qué
tejido y color le va mejor a la cocina, oigo la pequeña campanilla
de la puerta. Una fuerza invisible, una arrebatadora curiosidad se
apoderó de mí y sin darme cuenta, ya estaba mirando hacia la
persona que acababa de entrar. La voz de mi tía se difumina en el
aire, alejándome de mis quehaceres, devolviendo mis sentidos al
momento en que aquella gota de sudor recorría mi pecho. Mis pupilas
se afilan en ése desconocido que acababa de entrar. Un hombre que
jamás había visto. Lleva un pequeño sombrero oscuro de ala corta,
ligeramente ladeado. Una media melena cobriza con pequeños bucles
enmarañados, descuidados; camisa blanca, ajustada y sucia, pero deja
adivinar las tensas hebras de su opulenta musculatura. Posee una
mirada oscura, profunda, llena de enigmas. Algo observo en sus ojos
que me dice a gritos que me aleje de él, pero al mismo tiempo que
me tire a sus brazos y deje que me apriete contra su cuerpo hasta que
las costillas salten de mi vestido. El sudor que cae por mi cuerpo
se hace cada vez más abundante y poseída por una desconocida
lujuria, hipnotizada por la sombra de Eva, me guía directa hacia la
manzana que ardo en deseos de morder; de saborear su carne, de
quemarme bajo su cuerpo quiero amanecer embriagada por ese aura de
libido. Quiero...
—¡Julia!
¡Cielo santo! ¿Pero qué te ocurre? Estas empapada en sudor.
¿Quieres que llame al doctor?
—No
tía, tengo que irme, después vengo a recoger la tela, ¡adiós!
—¡Pero
niñaaaaa!
Tuve
que salir corriendo de allí, estaba muy nerviosa, sentía miedo,
abrumada por esta sensación de calor, por estos pensamientos de
lujuria, yo... solo... quería... quería... sentir.
La
verdad que mi huida no fue lo que se dice efectiva, tan sólo había
recorrido unos metros cuando me detuve y me dí cuenta que había
varias personas mirando por las ventanas de la tienda, incluida mi
tía. Me sobresalto y doy un vistazo rápido alrededor, veo la
esquina de la calle a “tiro de piedra” y de dos largas zancadas
me escondo tras el recodo. Ahora si, respiro tranquila.
Cuando
creía que el peligro había pasado, siento junto a mi una presencia
que me hace estremecer, antes de que alzara la vista para
descubrirla, mi instinto me hizo saber que es él y no otra persona
la que se encontraba junto a mí. Cierro con fuerza los ojos con la
esperanza que pase desapercibida, pero nuestro Señor Dios tiene
otros planes, otros que implica que por más que yo huya de él, éste
acaba por tropezarse conmigo y ambos caemos al suelo. Me levanto como
un rayo y me atuso mis prendas y mis cabellos con extrema rapidez, no
me explico por qué, pero deseo darle una buena impresión. Cuando él
se incorpora sólo veo un gesto de decepción en su rostro y a mí el
alma se me cae al suelo.
—¿Me
estas persiguiendo niña? No tengo tiempo para juegos, ¿sabes?
—¡Sí!
Digo ¡No! —exclamo muy ofendida.
Y
en ese momento que alzo la vista para mirarlo me quedo obnubilada, me
pierdo en el vacío de sus ojos, esa fuerza, esa atracción que antes
logré evitar, volvió multiplicada por mil. Doy un tímido paso en
su dirección con la certeza que podré tocarle, de que tomaré su
cuerpo y cabalgaré sobre él hasta que no me sienta el...
—¡Joder!
—exclamo inconsciente.
—¡Pero
qué... serás insolente!
Él
da un paso hacia mí y noto su energía amenazante, me da la
impresión de que esta bastante enojado y yo sólo quiero que me
atrape y que me arranque las ropas, que posea mi cuerpo de la forma
más sucia y brutal que encuentre. Da un paso más y me acorrala
contra la pared, debería de sentir miedo, debería gritar y pedir
ayuda, pero cada segundo me siento más y más excitada. Él alza su
mano y mi imaginación vuela con cientos de desenlaces en los que
acabo entre sus poderosas piernas jadeando como una perra en celo,
pero la apoya en la pared cerrando el cerco contra mi cuerpo y siento
una cierta desilusión. No me explico cómo me excita todo esto.
—Escucha
niña, no te conozco, no sé qué es lo que quieres, pero me estas
irritando. Me ha llevado toda la mañana llegar aquí porque a mi
madre las únicas telas que le gustan son las de esa tienda y vengo
por que es su cumpleaños. Y sin razón alguna, tú sales corriendo
de esa tienda, y a mí me echan como a un animal. Así que o me das
una explicación convincente o te doy unos azotes ahora mismo.
Apenas
escucho nada de lo que dice, yo estoy perdida en la lujuria, a punto
de cruzar la línea que separa el bien del mal, de morder la manzana
como lo hizo Eva; algo me detenía, quizás mi educación, quizás el
miedo, quizás el qué dirán. Sólo fue escuchar la palabra “azotes”
y algo despertó en mí, sentí las cadenas caer. Le cojo por las
solapas de su camisa con tanta fuerza que casi le hago perder el
equilibrio, atraigo su cara hasta que está a milímetros de la mía,
reprimo con todas mis fuerzas mi deseo de devorar sus labios en ese
instante; me detengo en observar en su expresión de sorpresa que se
acentúa cuando mi mano le aprieta el paquete. Sus ojos se agitan
locos de incertidumbre y eso hace que disfrute más aún del momento
y sin vacilación grito:
—¡¿Y
con qué me vas a dar esos azotes?! —Sin lugar a dudas, Eva hizo
un bien a la humanidad.
.
.
.
CONTINUARÁ
- Obtener enlace
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Mi primera novela "Los bailes de Clementine", es logro que jamás pensé pudiera alcanzar.
Comentarios
Muy imaginativa, me encantò espero que pronto leeré el resto ya estoy impaciente.👏👏👏👏👏👏
ResponderEliminarMuy atrevido e inesperado �� al igual que su protagonista. No me cansare de sorprenderme con tus relatos.
ResponderEliminar