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RELATO Nº34 --DE TU ALMA A LA ETERNIDAD--

RELATO Nº21 --LA SOMBRA DE EVA--


Después de unas semanas de parón, iré dejando más cositas por el blog. Esta vez con más calma y más espaciadas en el tiempo. Que me de tiempo a que "reposen" un poco. Sin más, espero que disfruten de su lectura tanto como yo escribiéndola.




La sombra de Eva


Hoy es el día del equinoccio de Otoño, tengo intención de salir temprano para hacer unos recados en el pueblo. En esta época, si a mediodía aún estoy por ahí, me derretiré como la mantequilla. Sardinilla, mi querida Sardinilla, no me facilita mucho las cosas, o le doy dos terrones de azúcar cuando la voy a sacar del establo o no hay forma de que se mueva, se sienta como un vulgar chucho callejero y rebuzna como un asno tozudo. La culpa es mía por mimarla tanto. Padre dice que no debo cogerle cariño a los animales, que tengo edad de sobra para entender cómo funciona el mundo; para él son sólo herramientas y cuando no sirvan, se las lleva a la granja del señor Rodríguez, “¡si no sirven para trabajar, servirán para un buen estofado!”—dice siempre vociferando.

¡Julia! ¿Aún estas en el establo perdiendo el tiempo con esa yegua malnacida? ¡O sales ya, o no vas a llegar nunca!

¡Ya salgo padre! Él sí que rebuzna como una mula testaruda. No te preocupes Sardinilla, no irás a ese lugar tan horrible.

Mientras recorro el estrecho sendero sobre mi querida Sardinilla, veo como el sol se va alzando por el horizonte. La oscuridad retrocede, el añil y escarlata dan paso al cálido oro que baña las hojas de cada árbol, mezclándose con los diferentes tonos rojos salpicados por el paisaje; la vida en el bosque se despereza con celeridad con la misma intención que tengo yo, estar bajo buen cobijo cuando llegue el mediodía.

Ya en el pueblo, hago mi primera parada en la tienda de telas de mi tía Francisca y nada más entrar me doy cuenta de lo que va a ser mi día, eternas esperas. Al parecer todo el mundo esta de acuerdo con el horario, hasta los tenderos han abierto antes para evitar el bochorno del mediodía. Después de un largo rato de espera, las primeras gotas de sudor empiezan a brotar de mi frente, recorren la sien, y mientras siento como se deslizan a través de mi cuello y llegan al pecho, todo el vello de mi cuerpo reacciona al unísono y…

¡Julia! Querida, ¿estás bien? ¿Cómo con estos calores tienes la piel de gallina? ¿No habrás enfermado otra vez hija?
¡Tía por dios, no! No sea pájaro de mal agüero. Sólo me ha dado un pequeña corriente de aire, dejé la puerta de la tienda abierta sin querer. No se preocupe, que estaré bien.
¡Ay! Esta niña, no deberías de venir tu sola, me da a mí que no te has recuperado del todo.
¡Jesús, María y José, Francisca!, hace dos inviernos que estuve enferma, ¡dos!, y aún me mira como si tuviera un pie en la tumba. ¿Cómo puede usted tenerme tanto aprecio? Sólo vengo por unos metros de tela para arreglar las cortinas de la cocina. Hágame usted el favor y me iré antes de que me entierre.

Mientras mi “querida” tía y yo discutimos sobre mi estado de salud y qué tejido y color le va mejor a la cocina, oigo la pequeña campanilla de la puerta. Una fuerza invisible, una arrebatadora curiosidad se apoderó de mí y sin darme cuenta, ya estaba mirando hacia la persona que acababa de entrar. La voz de mi tía se difumina en el aire, alejándome de mis quehaceres, devolviendo mis sentidos al momento en que aquella gota de sudor recorría mi pecho. Mis pupilas se afilan en ése desconocido que acababa de entrar. Un hombre que jamás había visto. Lleva un pequeño sombrero oscuro de ala corta, ligeramente ladeado. Una media melena cobriza con pequeños bucles enmarañados, descuidados; camisa blanca, ajustada y sucia, pero deja adivinar las tensas hebras de su opulenta musculatura. Posee una mirada oscura, profunda, llena de enigmas. Algo observo en sus ojos que me dice a gritos que me aleje de él, pero al mismo tiempo que me tire a sus brazos y deje que me apriete contra su cuerpo hasta que las costillas salten de mi vestido. El sudor que cae por mi cuerpo se hace cada vez más abundante y poseída por una desconocida lujuria, hipnotizada por la sombra de Eva, me guía directa hacia la manzana que ardo en deseos de morder; de saborear su carne, de quemarme bajo su cuerpo quiero amanecer embriagada por ese aura de libido. Quiero...

¡Julia! ¡Cielo santo! ¿Pero qué te ocurre? Estas empapada en sudor. ¿Quieres que llame al doctor?
No tía, tengo que irme, después vengo a recoger la tela, ¡adiós!
¡Pero niñaaaaa!

Tuve que salir corriendo de allí, estaba muy nerviosa, sentía miedo, abrumada por esta sensación de calor, por estos pensamientos de lujuria, yo... solo... quería... quería... sentir.
La verdad que mi huida no fue lo que se dice efectiva, tan sólo había recorrido unos metros cuando me detuve y me dí cuenta que había varias personas mirando por las ventanas de la tienda, incluida mi tía. Me sobresalto y doy un vistazo rápido alrededor, veo la esquina de la calle a “tiro de piedra” y de dos largas zancadas me escondo tras el recodo. Ahora si, respiro tranquila.

Cuando creía que el peligro había pasado, siento junto a mi una presencia que me hace estremecer, antes de que alzara la vista para descubrirla, mi instinto me hizo saber que es él y no otra persona la que se encontraba junto a mí. Cierro con fuerza los ojos con la esperanza que pase desapercibida, pero nuestro Señor Dios tiene otros planes, otros que implica que por más que yo huya de él, éste acaba por tropezarse conmigo y ambos caemos al suelo. Me levanto como un rayo y me atuso mis prendas y mis cabellos con extrema rapidez, no me explico por qué, pero deseo darle una buena impresión. Cuando él se incorpora sólo veo un gesto de decepción en su rostro y a mí el alma se me cae al suelo.

¿Me estas persiguiendo niña? No tengo tiempo para juegos, ¿sabes?
¡Sí! Digo ¡No! —exclamo muy ofendida.

Y en ese momento que alzo la vista para mirarlo me quedo obnubilada, me pierdo en el vacío de sus ojos, esa fuerza, esa atracción que antes logré evitar, volvió multiplicada por mil. Doy un tímido paso en su dirección con la certeza que podré tocarle, de que tomaré su cuerpo y cabalgaré sobre él hasta que no me sienta el...

¡Joder! —exclamo inconsciente.
¡Pero qué... serás insolente!

Él da un paso hacia mí y noto su energía amenazante, me da la impresión de que esta bastante enojado y yo sólo quiero que me atrape y que me arranque las ropas, que posea mi cuerpo de la forma más sucia y brutal que encuentre. Da un paso más y me acorrala contra la pared, debería de sentir miedo, debería gritar y pedir ayuda, pero cada segundo me siento más y más excitada. Él alza su mano y mi imaginación vuela con cientos de desenlaces en los que acabo entre sus poderosas piernas jadeando como una perra en celo, pero la apoya en la pared cerrando el cerco contra mi cuerpo y siento una cierta desilusión. No me explico cómo me excita todo esto.

Escucha niña, no te conozco, no sé qué es lo que quieres, pero me estas irritando. Me ha llevado toda la mañana llegar aquí porque a mi madre las únicas telas que le gustan son las de esa tienda y vengo por que es su cumpleaños. Y sin razón alguna, tú sales corriendo de esa tienda, y a mí me echan como a un animal. Así que o me das una explicación convincente o te doy unos azotes ahora mismo.

Apenas escucho nada de lo que dice, yo estoy perdida en la lujuria, a punto de cruzar la línea que separa el bien del mal, de morder la manzana como lo hizo Eva; algo me detenía, quizás mi educación, quizás el miedo, quizás el qué dirán. Sólo fue escuchar la palabra “azotes” y algo despertó en mí, sentí las cadenas caer. Le cojo por las solapas de su camisa con tanta fuerza que casi le hago perder el equilibrio, atraigo su cara hasta que está a milímetros de la mía, reprimo con todas mis fuerzas mi deseo de devorar sus labios en ese instante; me detengo en observar en su expresión de sorpresa que se acentúa cuando mi mano le aprieta el paquete. Sus ojos se agitan locos de incertidumbre y eso hace que disfrute más aún del momento y sin vacilación grito:

¡¿Y con qué me vas a dar esos azotes?! —Sin lugar a dudas, Eva hizo un bien a la humanidad.       

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CONTINUARÁ 

Comentarios

  1. Muy imaginativa, me encantò espero que pronto leeré el resto ya estoy impaciente.👏👏👏👏👏👏

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  2. Muy atrevido e inesperado �� al igual que su protagonista. No me cansare de sorprenderme con tus relatos.

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