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RELATO Nº34 --DE TU ALMA A LA ETERNIDAD--

RELATO Nº18 --LA CALMA QUE PRECEDE--


Buenas a todos. Hoy les traigo la continuación de esta serie mensual que trata sobre las disputas y guerras en el fantástico continente de Laurentia. Este en concreto es a modo de precuela de los dos anteriores publicados. Se avecinan tiempos difíciles para el mermado reino de Auscii y el Rey Dugan ha de partir a un concilio secreto (acontecimientos del relato "De la vanidad y la ira"). Si le han perdido el hilo con buscar en las etiquetas "leyendas de laurentia" les vale para acceder a todos, publicados en el orden cronológico correcto. Sin más espero que disfruten con su lectura tanto como yo disfruto escribiéndola.

AQUI EN ORDEN CRONOLÓGICO:

1º--> LA CALMA QUE PRECEDE
2º-->DE LA VANIDAD Y LA IRA
3º-->EL DUQUE
4º-->EL JUEGO DE LOS DIOSES






La Calma Que Precede


Llega  el ocaso. Dugan camina dubitativo por el atrio del palacio de la ciudad de Dëmberguer; las decisiones que tome en los siguiente días serán más que cruciales. Ha de asistir a un concilio convocado por el rey Ronan.  Alza la vista, un piélago de gris oscuro incendiado por el fulgor del ocaso inunda sus pupilas. Respira profundamente, consciente de que ha tomado una decisión, pero sólo una, la más importante para él, puesto que atañe a su primogénito.

Se dirige con paso firme hacia el balcón del ostentoso palacio que corona la plaza principal de la ciudad. Allí dónde acostumbra a dirigirse al pueblo; en un día claro se podría  ver casi en el horizonte la linde norte del río Arganda, y las villas de Tréveri y Quadi. Dugan observa resolutivo sus dominios y hace un gesto con la mano:
—¿Hodei?
—¿Si? Mi rey. —Contesta con inmediatez el asistente personal del rey.
—Haz saber al Príncipe que deseo verle.
El rey Dugan se encuentra con la vista perdida hacia el ocaso y abstraído en sus pensamientos cuando el príncipe le interrumpe:
—Padre. 
—¡Oh! —Dugan da un pequeño respingo sorprendido—. Eres tu Kenneth. ¿Estas preparado para recibir el mandato de tu rey?

Kenneth inca la rodilla y clava la mirada en su padre, que se muestra ahora altivo y orgulloso. —Lo juro por los cinco dioses, cumpliré con vuestra voluntad o la desgracia caiga sobre mí.

—Levanta. Mira nuestros dominios hijo. Observalos bien. Pues éste es tu mandato y has de darle cumplimiento. Aquí, en esta plaza, deberás hacer frente a los ejércitos de Erdin.
—Daré con gusto mi vida por el reino. Ningún Auscita será jamas vasallo de un reino del Oeste u otro destino peor.
—De eso mismo se trata hijo, ahora si me permites, te hablaré como tu padre, no como tu rey.

Al tiempo que Dugan cambia el tono de la conversación, la luz del atardecer se difumina cada vez más, la infinidad del cielo se torna aún más gris y en el ambiente crece una miasma húmeda. Aún en el trasfondo de la miasma, unas  lanzas rojizas  se precipitan a las fachadas del albo palacio creando una alegórica lucha ente el bien y el mal. Un lejano rugido atrae la atención de ambos y quedan mirando al horizonte.

—Soy consciente de lo que te estoy pidiendo como rey, pero como tu padre el que ahora habla, no puedo más que mostrar mi preocupación por ti. —Kenneth queda boquiabierto—.  No, no es por tu capacidad para cumplir mi voluntad de lo que hablo. Recuerdo cuando apenas te habías convertido en un hombre, ¿Cuándo fue? ¿En el mil doscientos dieciséis? Unos diez años si. La rebelión de la comarca  de Regnir, al oeste de las montañas azules.
Aquella fue tu primera vez, y allí no sólo obtuviste una gran victoria, obtuviste tu sobrenombre de “el bravo”. Demostraste un gran valor, templanza y gran sentido para las artes de la guerra. Muy poco común para un muchacho de tu edad entonces.

 Dicho esto, no es de tu habilidad o tu conocimiento para la guerra que me preocupa. Yo he de partir. Los cinco nos hemos de reunir para trazar los planes sobre el futuro de nuestras naciones. Y has de ser tú, en mi ausencia quien ocupe mi lugar y dirija nuestros ejércitos. Temo por tu vida hijo, si no he hablado ya bastante claro.

—Padre, os lo suplico, no temáis por mí. Recuerdo bien la primera vez que maté. Y si no recuerdo mal sigo siendo el campeón de Auscii. No ha nacido aún el jinete que logre desmontarme  en  la justa y soy muy hábil con la espada.
—Que el gran Pecton nos asista, no es momento de brabuconadas Kenneth. No es tarea fácil la que te he encomendado para que tú te la tomes tan a la ligera. Una hueste de mas de cien mil hombres espera a cruzar el río. Y recuerda que la compañía de los Cuervos Dorados, la caballería de élite Erdiana esta entre ellos. Espero un poco de razón de mi hijo y no a un necio fanfarrón de taberna.

—Perdonadme padre. —baja la cabeza avergonzado—. No os defraudaré, ¿Por qué os preocupa tanto? Somos superiores en número y el terreno nos es más que ventajoso. ¿De verdad creéis que cruzará el río? ¿Aidan será tan osado? A mi parecer es sólo una manera de intimidarnos para que accedamos a sus peticiones con las explotaciones de las minas y sus intenciones de adherirse a la liga de comerciantes. Parece que todo esta en calma.

—Un enemigo hábil, ataca donde más seguro crees estar. —Responde con vehemencia el sabio rey—  La nuestra ha sido una patria grandiosa. Antaño, sin nuestro beneplácito ningún vasallo o rey de todo Laurentia se atrevía a respirar. Nosotros éramos la potencia hegemónica. Durante el final de la primera edad fuimos el primer reino que se alzó como tal, construimos y conquistamos. Nuestras fronteras iban desde el río Varanda hasta el Barrantes al norte. Hasta que el linaje de  los Airgetlam se rompió en el gran desastre. Después de eso al comienzo de la segunda edad, hombres menores ascendieron al trono, condes, duques, marqueses, todos ellos lo disputaron y durante ese tiempo nacieron todos los demás reinos que ahora conoces. Mientras el ahora gran reino del sur crecía en poder y tierras, aquí en Auscii para engrandecer sus nombres, los reyes construyeron mausoleos más grandes y opulentos que las casas de sus vasallos, pusieron su mirada en las estrellas buscando obnubilados  un destino profético; tomaron casi absoluta clausura olvidando al pueblo llano y dejando los asuntos de estado en manos de consejeros que actuaban en propio beneficio, confiados en su poder cada vez más influyente. Así es como hemos llegado hasta aquí Kenneth. —El rey hace una larga pausa para que sus palabras calen bien en su joven príncipe—. Es la calma que precede a la tormenta hijo.  Eres más sabio y más justo que yo, pero aún tienes mucho que aprender de las personas. Y sobre todo de personas como  el rey Aidan.

El mar de nubes grises comienza a  iluminarse en el horizonte con leves destellos. Los truenos llegan al balcón de palacio en un concierto de trompetas del inframundo. Las primeras gotas comienzan a humedecer la corona del rey.
Padre e hijo se refugian en el interior de palacio. Algo llama su atención.  Las almenaras de Quadi arden, luego las de Tréveri. Las almenaras arden en la mirada de Kenneth que deja el refugio de palacio para volver al balcón a cerciorarse que es real lo que ve. El viento que comienza recio, agita su capa bermellón.

La tormenta ha llegado.

Comentarios

  1. ¿Cumplirá su misión? Esperemos que su arrogancia no sea su perdición. Si le damos una oportunidad seguro que nos sorprenderá. Hasta entonces, tendremos que esperar. Muy bueno, como siempre.

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    1. Sólo los cinco dioses de Laurentia son capaces de dilucidar el destino de nuestro héroe. Muchas gracias por tu fidelidad y apoyo. Un beso.

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  2. Ya estoy impaciente, quiero màs, no sé si voy a poder aguantar la intriga de saber que va a pasar. Me encanta.
    👏👏👏👏👏👏

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  3. Aún le queda mucho camino por recorrer a nuestro héroe. Esta serie mensual dará mucho que hablar. Muchas gracias por tu apoyo incondicional. Un beso.

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