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RELATO Nº34 --DE TU ALMA A LA ETERNIDAD--

RELATO Nº8 -- LOS SECRETOS DEL ARMARIO--


¡Hola! Estamos de vuelta en el blog, con más historias, con más contenido original y con nuevas funciones en la página. En breve se accederá  a las historias desde un enlace al margen de la página, y así los relatos que estén relacionados se podrán visualizar juntos, y el resto de historias, desde la página principal. Para no enrollarme más, este año comienzo con una historia no exenta de encanto y un poco fuera de lo que estáis  acostumbrados. Como siempre, espero que disfruten de su lectura tanto como yo escribiéndola .



                                                      Los secretos del armario


Por fin, me siento liberado. He probado la sangre, su sangre. Me encanta ese regusto  metálico que deja. De saberlo, lo hubiera hecho mucho antes. Pero mamá siempre me ha dicho que matar está mal, que no se puede jugar con la vida, que sólo tenemos una. Ni si quiera jugando, ¡qué equivocada estaba!

Ahora viendo la extraordinaria  belleza de mi creación adornando mi cama, no diría eso. Me besaría y me diría lo orgullosa que está de mí.  Por desgracia no sucederá. Ella ya no puede hacer nada más, ni regañarme, ni pegarme con ese maldito cinturón de tachuelas… a mamá, ya, la silencié.

Al igual que a su novio, él, hoy ha contribuido a esta forma excepcional de expresión artística, que he bautizado como “impresionismo deconstructivo”.  Aún se me eriza el vello cuando recuerdo cómo le corté la pierna con el viejo serrucho del sótano. Sus ojos cuando bebía su sangre del miembro amputado, gozando como gozaba mamá con su ginebra ; cuando me hice unas marcas de guerra al estilo Sioux  en la cara con las últimas gotas que brotaban de sus arterias seccionadas. La expresión mezcla de terror, confusión y sorpresa eran un total deleite, el cigarrillo después de un buen polvo.

Para no ser planeado, me ha salido todo mejor de lo que esperaba.

Esta tarde apareció en casa. Venía a recogerla, como cada jueves, me pilló desprevenido que abriera con una llave, al parecer su relación había llegado a ese punto. Le atendí con suma educación rogándole que se fuera, que mamá estaba indispuesta. No me escuchaba, sin la medicación era difícil contenerse, mamá era la única que me recordaba tomarme esas dichosas pastillas.

 Mientras  esperaba en el salón  no se le ocurre otra cosa que empezar a gritarme por las dichosas plantas que tenía en casa, estaban todas muertas, así están mejor, así ya no sufren más por la presencia de esa sanguijuela.

Empezaron las jaquecas, las voces: “¡cómetelo!, ¡cuidado, quiere llevarse tu cara!, ¡seguro que está sabroso!, ¡mátalo!,¡usa el cuchillo de tu cinturón! ¿Has probado su sangre? ¡Bébete su sangre! ¡Sí! ¡Bébete su sangre! ¡La descubrirá a ella! Así no podrá hacerte daño…¡cómetelo!, ¡mátalo ya!, ¡te va a descubrir!”

Grité de ira, de emoción al liberar las voces, grité  de placer. Me sentí eufórico al saber que iba a probar sus fluidos. Con dos grande zancadas  llegué hasta él  y con una mano agarré su cuello, y lo golpeé contra la pared del salón tan fuerte, que atravesó las delgadas capas de madera y yeso del muro.

Despertó en mi habitación, bien amordazado. Hasta me había dado tiempo de hacerle unos torniquetes en todas las extremidades con unos manguitos del botiquín. Lo tenía atado a cada esquina de la cama, parecía un muñeca hinchable, solo le faltaba una peluca. Se me escapó un ligera carcajada al contemplarlo. Eso fue bastante gracioso. Cogí su móvil y posé junto a él, saqué una foto juntos, para la posteridad.

Le enseñe lo que las voces decían de él, me avisaron, descubrieron que venia a por mi cara, por mi alma. Ellas nunca mienten, nunca me han mentido.

Después de la pierna, observé casi con lujuria como tenía los brazos hinchados por los torniquetes, rebosantes de ese líquido tan delicioso. No me pude resistir. Mientras le cantaba la nana que mamá me cantaba cuando era pequeño, se los corte. El estallido de sangre cuando llegué a la arteria fue el climax. Agarré ambos miembros, y los puse sobre mi cabeza, me bañe en su sangre, bebí de ella, ¡joder llevo sin esto toda mi vida!

Rezó, lloró, me imploró por su vida y la vida de mi madre. Las voces decían que era un falso, que mentía.

—¡¿Quieres ver a mi madre?! Pronto la verás, pronto. Cuando acabe. Un artista no cesa su trabajo hasta que no ha finalizado su obra. Y tú para ser mi primer “voluntario” lo estás haciendo de puta madre. ¡Callad! ¡He dicho que silencio! No he terminado con él… ¿Seguro?… Como quieran.

Abrí las puertas del armario, había olvidado que mamá fue mi primera obra. Su cabeza aún unida al torso colgaba de la barra del perchero, con el bote de las pastillas incrustado en la boca, con esa expresión de terror que adoro. Sus brazos clavados en el suelo de madera del interior sujetando unas velas, que seguían consumiéndose. Tenía que honrar su muerte, aún tengo corazón. Y las piernas las dejé colgadas, una en cada puerta, con el cinturón y  su botella de ginebra.

Cuando pensaba que no podía gritar más o estar más aterrorizado, le dio una especie de ataque de pánico. Se revolvió como un perro rabioso. Fue realmente bello observarlo.

Llegamos al acuerdo de acabar con todo ese ruido. Podré admirar la exuberancia del impresionismo deconstructivo a diario. Ahora sólo me queda buscar más voluntarios.

Comentarios

  1. Me alegro que estes de vuelta! Y ya veo que vienes con fuerza. Un relato excelente!! Has sabido plasmar la esencia con mucho detalle... hay algo que quieras confesar?? Ajajaa me gusta mucho. Enhorabuena

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  2. Hola caracolilla! Pues aunque no lo oarezca, ha sido tremendamente didáctico y divertido darle forma a este texto. No podría decirte qué me inspiró. Un beso!!

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