RELATO Nº3 --EL MUNDO MENGUA CON EL ALBA--

Hola a tod@s. Este relato es un poco "viejo". Digo viejo entre comillas porque fue escrito hace varios meses, y tenía muchas ganas de compartirlo, ya que tengo especial cariño por esta pequeña historia. Pese a lo bello de la narración, particularmente a mí, me deja un ligero sabor agridulce.
Espero vuestros comentarios e impresiones como de costumbre.

Un cordial saludo.

El mundo mengua con el alba

Un halo níveo, etéreo, errante.  Asciende a lo largo de una bóveda tenebrosa, salpicada de incontables gotas luminiscentes. Se cuela por cada rendija y cada agujero de su cubil, se derrama en su interior, besa su plumaje tácitamente, asciende hasta deslumbrarla.  

La primera reacción es aguardar largo rato a escuchar todos los sonidos circundantes. Decide incorporarse y bajo ella surgen dos voces agudas, chirriantes y estridentes, reclamando sustento.  Ignora el casi agónico piar de sus vástagos y se posa con elegancia en la entrada circular de su nido, para ahora estudiar los olores, las sombras fugaces que revolotean de un lado y de otro, los sonidos de las posibles presas. Se Sacude el cuerpo en un refinado movimiento como para asegurarse que las alas responden a sus órdenes. Inicia el vuelo planeando, se deja llevar por el viento. Tan sólo un pequeño salto al vacío y deja atrás las voces agudas. Debe de darse prisa y alimentarlas, o morirán. 

Las presas escasean. Animales altos y con pieles extrañas han llegado y cada día al anochecer, más y más árboles han desaparecido.

Pasa como una fantasmagórica sombra, para llegar al lugar donde siempre acecha. El bosque mengua con los días y hoy ese árbol, donde permanece ahora vigilante, es el limite del mundo. 

Orienta un oído en los lejanos aullidos que imploran comida y el otro en sus alrededores, donde percibe a insectos, pequeños roedores y demás seres nocturnos. Se percata de otros sonidos extraños viniendo del vacío que antes era su bosque y no los reconoce. La vida en el bosque se apaga en un abrir y cerrar de ojos.  El silencio se prolonga largo rato hasta que un grillo comienza a chirriar, volviendo la vida con timidez. Ella se mantiene inmóvil. Los diferentes tonos de grises la camuflan a la perfección.

 Varios destellos metálicos asoman desde el vasto vacío del fin del mundo, casi ocultos en una oquedad de la tierra. Emanan olores desconocidos, intensos, confusos.

Una musaraña corretea con  inocencia  por entre las hojas y ramitas del suelo, oteando en busca de semillas y pequeños insectos. La paciente rapaz, de inmediato, detecta el leve crujir de hojas secas, quedando absorta en ella. Ulula una vez para descubrir en qué nivel de alerta esta la musaraña, haciendo ésta, caso omiso. El minúsculo roedor esta tan concentrado en buscar algo que lo alimente que va de aquí para allá sin precaución alguna. Ulula una vez más. Insiste durante un prudente espacio de tiempo. 

Extiende sus alas. 

Desde el siniestro escondrijo, dos flashes ígneos iluminan el vasto yermo. Un trueno resquebraja el cielo. La musaraña huye. En el bosque la fauna se disipa . La impávida madre se precipita inerte en el límite del fin del mundo. Los aullidos incesantes de la lejanía poco a poco se apagan en el amanecer.

El mundo vuelve a menguar con el alba

                                                                                                                                                                 Javier V.